SALVATIERRA, MEXICO — Luis David Martínez García, de 26 años de edad, y Liliana Ramos Vásquez, de 23 años, abren una puerta color turquesa y entran a su casa de ladrillo en las afueras de su pueblo en el centro de México. La luz del día penetra por donde debería existir un techo.
"Fue prácticamente lo que queríamos", señala García. O casi lo que ellos querían.
Ésta es la casa (parcial) que construyó la empacadora de carne de los Estados Unidos.
Durante casi dos años, HyLife Ltd. dio empleo a García y Vásquez en el matadero de Windom, Minnesota, como trabajadores temporales del programa de visas H-2B. Cortaban y empacaban la carne de cerdo. Ahorraban el salario que ganaban en dólares. Más tarde, de manera abrupta, durante un día de primavera, hace un año, la planta anunció su cierre, en el que despedirían a los 1,007 empleados.
En pocos días, García y Vásquez abordaban un autobús pagado por la empresa para regresar Salvatierra. Es una ciudad de cientos de siglos llena de iglesias con torres, corridas de toros anuales y una violencia armada en aumento dentro de un valle árido rodeado por montañas.
No es el lugar donde los trabajadores querían estar… al menos no tan pronto.
Muchos de los trabajadores de HyLife con visa estaban a meses, o incluso años, de terminar el viaje prometido en Minnesota. Aún tenían deudas que saldar, hijos que enviar a la universidad, familias que mantener.
García y Vasquez aún no terminan el techo.
"Todos los que fuimos a trabajar a los Estados Unidos teníamos una meta", dice García, observando una varilla negra que sale de la parte superior de los muros de ladrillo. "La compañía nos dijo que serían tres años".
El programa para trabajadores con visa de Estados Unidos está ideado para ser una solución en la que todas las partes salgan ganando: los empleadores estadounidenses consiguen trabajadores y los extranjeros, muchos de países en vías de desarrollo, tienen acceso a empleos bien pagados, mientras que los consumidores obtienen alimentos asequibles.
Pero cuando una de las partes no cumple el trato, con frecuencia son los trabajadores, entre los más pobres en el hemisferio occidental, los que terminan más afectados.
José Guadalupe Martínez García, hermano de Luis, que también trabajó en HyLife, sale a pararse fuera de su casa, en un camino de terracería.
"Me dieron falsas esperanzas", señala el hombre de 28 años, quien habla a través de un intérprete.
La industria cárnica golpeada por el COVID
Cuando el COVID-19 azotó a todas las plantas empacadoras de carne de los Estados Unidos y enfermó a los trabajadores que trabajaban hombro con hombro, los empleadores improvisaron maneras para retener a sus empleados. Algunos comercios elevaron los sueldos o mejoraron el distanciamiento entre trabajadores para mantenerlos a salvo. En la planta de Windom, HyLife, una empresa porcina canadiense, casi se duplicaron sus filas al contratar mano de obra extranjera, entre ella la de cientos de trabajadores temporales de Salvatierra.
Parecía ser una historia de éxito. En el 2023, la planta contaba con la fuerza laboral más grande de trabajadores con visa H-2B de cualquier matadero de los Estados Unidos.
Lo que sucedió después para muchos empleados fue un viaje de sueños rotos de regreso a Salvatierra.
La casa de García y Vásquez no ha cambiado mucho en el año desde que regresaron de los Estados Unidos. Los restos de los materiales de construcción están almacenados a lo largo de las paredes. En otra habitación, se pueden observar gallos cacareando en jaulas. El hermano de García usa estas aves para realizar peleas de gallos, un deporte legal en México.
Después de preguntar a García qué necesitaría para terminar el techo, éste hace una pausa para hacer los cálculos.
"Si regresara a trabajar a los Estados Unidos", contesta, "sólo necesitaría medio año [de salarios]". Pero aquí en Salvatierra, donde la violencia de los cárteles azota las calles de la ciudad..., dice mientras sacude la cabeza.
Con la reforma migratoria estancada en un punto político muerto sobre la seguridad fronteriza en Washington, D.C., el programa estadounidense de visas H-2B (una fuente de mano de obra para paisajistas y propietarios de centros turísticos en todo el país) vigente desde hace décadas, sigue siendo una de las pocas vías legales para que los extranjeros trabajen en Estados Unidos.
La inesperada caída de la planta porcina de Windom revela una brecha en el programa de trabajadores temporales: ¿Qué sucede con los trabajadores cuando la empresa que patrocina sus visas quiebra?
Los trabajadores que llegaron a Windom
La relación entre las praderas del suroeste de Minnesota y Salvatierra, un área urbana de 90,000 pobladores, es una historia de agricultura estadounidense y un hambre global insaciable por carne asequible. Al igual que tantos puntos críticos en los últimos cuatro años, el capítulo de HyLife en Windom comienza con la pandemia.
Sólo a unas pocas semanas de la crisis de salud del 2020, la administración de Trump trató de hacer despegar la producción cárnica del país a medida que se vaciaban los anaqueles de las tiendas. Aunque muchos estadounidenses se quedaron en casa, los trabajadores de las procesadoras de carne llenaban las primeras filas del sistema alimentario.
Al rededor de 60,000 casos de COVID, entre ellos 269 fallecimientos, estuvieron relacionados a estos mataderos, de acuerdo con un informe de la Cámara de los Estados Unidos.
En mayo del 2020, el multimillonario de Minnesota Glen Taylor, que también es dueño del Star Tribune, vendió el 75 % de su inversión en propiedades de la planta a un gigante dedicado al campo porcino con sede en Manitoba: HyLife.
En ese momento, la planta tenía cerca de 600 trabajadores. Sin embargo, en los siguientes dos años, su fuerza laboral se incrementó; ésta incluía un colectivo de trabajadores extranjeros legales de la planta de HyLife en Salvatierra.
Un empleador que patrocina visas H-2B debe demostrar a las autoridades federales que no puede encontrar a estadounidenses que deseen realizar el trabajo. Es necesario pagar el sueldo actual para estos puestos; además la empresa debe pagar el transporte de los trabajadores.
En el 2021, llegaron los primeros trabajadores de Salvatierra a Windom con visas laborales expedidas por el Departamento de Estado. Se unieron a otros trabajadores, muchos de ellos inmigrantes, en una ranchería de 4,000 habitantes. Windom creció. Los trabajadores provenientes de Togo y África Oriental vivían sobre los negocios del centro. Los tenderos asiáticos y latinos tenían ventas constantes durante los cambios de turno. Las escuelas contrataron a más maestros.
En sus días libres, los trabajadores de HyLife se iban a nadar a los lagos cercanos y ovacionaban en carreras de tortugas durante las celebraciones del Riverfest de Windom. Un hotel que albergaba a trabajadores en Mankato, que se encuentra a una hora de distancia, colgaba las banderas de diferentes naciones en sus entradas. Más allá de las necesidades básicas de alimento y renta, el resto del dinero era enviado a sus hogares de origen.
"En apariencia, [HyLife] había sido un buen actor comunitario", señala Tiffany Lamb, directora de desarrollo para la ciudad de Windom.
Pero detrás de escena, merodeaban los problemas. En los documentos de bancarrota que revisó el Star Tribune, la alta gerencia corporativa de HyLife dijo que la planta de Windom, a pesar de generar $370 millones de ingresos en el 2022, había perdido de 6 a 7 millones de dólares mensuales desde que la firma canadiense adquirió la compañía.
En agosto del 2022, HyLife contrató a PricewaterhouseCoopers. Se les ocultó información a los trabajadores, pero comentaron que sus horas de trabajo disminuyeron más o menos en ese mismo tiempo. Les dijeron a muchos empleados que se habían enfermado los cerdos. En marzo del 2023, Taylor vendió el 25 % restante de su inversión en propiedades. Semanas más tarde, la compañía anunció despidos y se declaró en bancarrota.
El director ejecutivo de HyLife, de acuerdo con los documentos del tribunal, culpó al embrollo pandémico de la cadena de suministro y a una tasa de cambio poco favorable para las exportaciones debido al nivel de solidez del dólar estadounidense en ese momento. En mayo, HyLife proporcionó un aviso a sus trabajadores con pocas semanas de anticipación. Estaban en el país con una visa relacionada con un patrocinador... y ese patrocinador acababa de desplomarse .
"Empezamos a ahorrar de manera automática", comenta Vásquez. Ella y su esposo querían quedarse y trabajar en los Estados Unidos, pero su estatus legal estaría en el limbo a principios de junio. "No queríamos quedarnos aquí ilegalmente".
Así que un domingo en la mañana, tomaron el autobús. Tres noches más tarde, vieron las montañas que rodeaban a Salvatierra.
La visa H-2B: todos ganas, hasta que alguien pierde
Cada año, los Estados Unidos permite que entren al país 66,000 trabajadores con visa H-2B; el Congreso tiende a aumentar el límite cada año como una concesión especial. Estos empleados laboran en la industria hospitalaria, en ferias ambulantes y en procesadoras de alimentos.
No obstante, muchos críticos dicen que los empleadores obtienen lo que desean al explotar a una fuerza laboral vulnerable.
"Las personas no siempre tienen la información sobre sus contratos, como cuántas horas van a trabajar", comenta Jocelyn Reyes, directora de desarrollo de liderazgo, educación y participación comunitaria del Centro de los Derechos del Migrante, Inc., en la Ciudad de México. "Es frecuente que no les paguen tiempo extra, que no reciban reembolsos o viáticos".
Solamente en el 2023, el Departamento de Trabajo recuperó $4.6 millones en salarios atrasados adeudados a trabajadores con visa H-2B.
Sin embargo, el Congreso ha frenado la capacidad del departamento para hacer cumplir las protecciones para los empleados.
No puede hacerse cumplir de forma legal una protección para los trabajadores lanzada en la administración de Obama, llamada la regla de los tres cuartos. Los observadores dicen que la regla habría podido ayudar a los trabajadores de HyLife al solicitar al empleador que pagara a los empleados con visa H-2B el 75 % del sueldo prometido por la duración completa de su contrato. Para muchos en Windom, esto hubiera significado varios meses del trabajo y el sueldo prometido que nunca recibieron.
No obstante, un funcionario del Departamento del Trabajo, que habló de manera confidencial, explicó al Star Tribune que esta regla básicamente no existe.
"Hemos trabajado de acuerdo con una cláusula presupuestaria desde el 2015 en la que el Congreso señaló que el Departamento del Trabajo no podía aumentar los fondos para hacer cumplir la garantía de las tres cuartas partes para los trabajadores con visa H-2B".
En diciembre del 2015, los comités de asignación del Congreso aprobaron un paquete de asignaciones para el Departamento del Trabajo que incluyó estas limitaciones para castigar los incumplimientos.
Daniel Costa, director de derecho migratorio e investigación política del Instituto de Política Económica, dice que tanto los demócratas como los republicanos, que representan a los intereses de los empleadores desde la industria pesquera hasta la hospitalaria, han perpetuado el silencio de algunas de las protecciones para los trabajadores con visa H-2B. Señala que la naturaleza de las resoluciones continuas de "último minuto" en los presupuestos federales significa que las normas quedan congeladas.
"¿Qué haría si el presidente Biden escuchara a los defensores de los trabajadores inmigrantes con visa H-2B? ¿Cerraría todo el gobierno por las cláusulas presupuestarias de las visas H-2B?" señala Costa. "Por eso [las cláusulas presupuestarias] son tan truculentas [políticamente]".
Sueldos y reembolsos fiscales faltantes
Salvatierra está a cuatro horas al noroeste de la Ciudad de México, en el estado de Guanajuato. Durante siglos, ha sido una ciudad encantadora e histórica donde los revolucionarios mexicanos y los españoles pelearon en una famosa batalla sobre un puente estrecho de piedra en el río Lerma.
Sin embargo, la economía de la ciudad se desplomó en los últimos años entre los violentos enfrentamientos abiertos de dos cárteles en guerra. Con frecuencia, Guanajuato se encuentra en los primeros lugares de la lista de los estados más peligrosos en México por homicidios.
José García, hermano de Luis, se encuentra parado fauera de su sencilla casa de ladrillos para dar la bienvenida a los visitantes. Una cruz blanca cuelga del muro. Dos perros ladran a los extraños desde la azotea.
Es otra de las casas construida con los sueldos de HyLife.
"Esto no existía antes", dice José García con orgullo, mientras señala el refrigerador, la estufa y el microondas que se encuentran recargados sobre la pared. No tenemos cristal en las ventanas, pero hay un techo. Nos dice que tengamos cuidado con los alacranes. "Todos esto era un terreno vacío; sólo era tierra".
García vivía en un hotel en Mankato y llamaba a su casa temporal del sur de Minnesota como algo "bello". Sus días ahí fueron difíciles. Trabajaba en la línea empacadora, que se movía rápidamente. En la noche terminaba adolorido, pero la paga era buen. De regreso, en su hogar, su esposa Luisa Valencia Guzmán esperaba los cheques.
"Cuando se fue, yo estaba embarazada del más pequeño", dice Guzmán, de 31 años de edad.
Guzmán dio a luz a un niño prematuro. Los gerentes de García le permitieron regresar a Salvatierra.
"Me ayudaron con eso", comenta; "pero tuve que usar todo mi tiempo libre remunerado y mis vacaciones con goce de sueldo".
Su hijo, Tadeo, ahora tiene dos años, se tambalea de un lado a otro con su cabecita de pelo negro, abrazando las piernas de los adultos. Tadeo tiene una gran sonrisa y una enfermedad cardiaca. A los padres les preocupa que las cuentas médicas superen los recursos que tienen.
"Doy gracias a Dios que mi hijo sobrevivió", comenta García.
El estado de Minnesota alega que HyLife retuvo injustamente $41,000 en salarios de los trabajadores y ha tratado de recuperar esos salarios a través de procedimientos de bancarrota. Sin embargo, muchos trabajadores no saben cuánto se les debía.
Cuando le preguntan a su cuñada, Liliana Vásquez, qué estaba impreso en su talonario de pagos digital, solo niega con la cabeza.
"No podíamos abril nuestra nómina, donde podíamos revisar todo" comenta.
Los reembolsos fiscales son una historia similar. Muchos de los trabajadores de Salvatierra dicen que no pudieron presentar su reembolso de impuestos ya que no tenían acceso digital a los formularios W-2.
Edgar Gutierrez, el propietario de Oxford Tax Service en Worthington, Minnesota, confirmó al Star Tribune que 50 trabajadores de HyLife no han podido proporcionarle la información del formulario W-2.
"Cerraron la planta. Algunos de ellos se mudaron de estado o regresaron a México", dice Gutierrez, pero no pueden presentar sus impuestos hasta que obtengan la W-2.
No se sabe cuánto dinero podrían devolverles, pero incluso unos cuantos de cientos de dólares equivaldrían al salario de un mes en México. Eso es suficiente para un adelanto para construir un techo o ayudar con los gastos médicos de un niño.
En una declaración realizada por correo electrónico al Star Tribune, la vocera de HyLife Stacey Ashley dijo "Se han hecho varios intentos para garantizar que los empleados que se van reciban su forma W2″. Señaló que HyLife "dio prioridad" a los cambios de actualización de direcciones y ofreció llamadas con intérpretes en español. Comentó que el correo electrónico de Recursos Humanos de la empresa se compartió a todos los empleados.
Un pago por un día de trabajo honesto
El mejor trabajo en Salvatierra es en una fábrica de refrigeradores que paga $100 a la semana. También está la maquiladora. Algunos trabajos ofrecen $75 semanales. Con frecuencia, las ofertas de trabajo legal en los Estados Unidos son publicadas por reclutadores, algunos con tratos con los cárteles, quienes cobran cuotas de extorsión.
José García opera una instalación de pólvora para fuegos artificiales. Le consiguió trabajo ahí a su primo, Fernando Martínez, otro exempleado de HyLife Windom.
"Fabricamos pólvora, el trueno que explota", dice García.
Pero cuando regresó a Salvatierra el año pasado, lo golpeó la tragedia. Un día en el trabajo, su primo estaba en el salón posterior. El resto de los trabajadores escuchó de repente una explosión.
"La verdad es", comenta García con voz baja, "que se trata de un trabajo muy peligroso".
Su primo tenía en ese momento 24 años.
De acuerdo con la investigación publicada por los Institutos Nacionales de Salud, ocho de cada diez muertes en México durante el 2019 fueron resultado de una lesión. Esta es otra razón por la que el programa estadounidense de visas H-2B es tan atractivo para muchos, incluso con los problemas que conlleva. Es un sistema que quieren que continúe todos los que participa.
Todos los años los empleadores hacen presión política en Capitol Hill para que permitan más visas H-2B. Los defensores de los trabajadores desean una expansión de los programas de empleo temporal en todos los Estados Unidos, a pesar de que denuncian los abusos.
Dentro de su casa, a lado del calendario de la Virgen María, José García se pregunta sobre su futuro mientras que su esposa barre el piso. Éste es su hogar, pero quiere regresar a los Estados Unidos de manera legal. Todavía no terminan su casa; tienen los gastos médicos de Tadeo. Incluso después de la experiencia interrumpida en Windom, dice que regresaría a trabajar de nuevo para HyLife.
Expresa mientras agranda los ojos, "tengo la esperanza que me ofrezcan otro contrato para terminar mi casa".
La fotógrafa del Star Tribune Elizabeth Flores proporcionó los servicios de interpretación para las entrevistas en español.
Christopher Vondracek cubre los temas de agricultura para el Star Tribune.
Créditos
Redacción Christopher Vondracek y Elizabeth Flores
Fotografía Elizabeth Flores y Katie Rausch
Edición Kristen Leigh Painter
Corrección de estilo Catherine Preus
Diseño Bryan Brussee y Michiela Thuman
Gráficos Jake Steinberg y CJ Sinner